lunes, 26 de diciembre de 2011

Recuerdos que mienten un poco

La traición siempre duele, y da bronca. Quizás este no sea un caso de traición, sino más bien de un sentirse traicionado. Pasa más por un sentimiento, que por una acción en sí misma. Cuando uno desarrolla ciertas expectativas en torno a algún tema o personaje, y luego estas expectativas no se cumplen, hay una decepción. Pero esta situación no tiene que ver necesariamente con una traición por parte del personaje en cuestión. Sino simplemente puede estar relacionado con el hecho de que el personaje no actuó como hubiéramos esperado. Por eso hablo de sentirse traicionado. No hay una traición en sí misma, sino un desencuentro. Una sensación así despierta el Indio Solari.
La política embarra las cosas. La política es así por definición, no hay vuelta. Y está bien que así sea. Sino no habría discusión, no habría crecimiento. Pero el barro es demasiado grande y empieza a manchar a algunos que capaz no deberían caer en la volteada.
Lo que pasó con el Indio es que lo tentaron a meterse en una que no es la suya, y él picó como loco, y con gusto. Y ahí apareció la traición o el sentirse traicionado. Lo que me duele es la falta de compromiso, el acomodamiento y la vida resuelta. Siempre creí (evidentemente equivocándome) que el Indio estaría en contra del sistema, de los gobiernos, de las reglas de la vida tal como nos las imponen. O por lo menos eso fue lo que entendí (y entiendo) cuando siento sus letras y su música, cuando me comprometo con sus peligros, con su sensibilidad.
Sé que suena arrogante trasladar pensamientos e imponerlos en otra cabeza. No soy quién para juzgar el juicio de otra persona. De acuerdo. Pero desde ahí viene mi decepción: de lo que creí que había, y no había.
Históricamente el Indio interpretó la realidad de manera cruda y hostil, casi psicótica. Mostraba las miserias del mundo y de los que lo habitamos. En esto hay una crítica concreta, más allá de ponerle Oktubre a un disco o de las Banderas en tu corazón. Toda la obra del Indio es crítica. De manera que me molesta en lo más profundo cuándo sale a hablar de la manera que lo hace sobre el gobierno nacional y se la da de amigote del duhaldista Fernández. Encuentro una contradicción clara entre los dos discursos, el de siempre y el oficialista.  Siento que el Indio dejó de ser la mosca en la sopa para pasar a ser el perro manso.  Nunca lo endiosé, pero siempre lo tuve como un tipo coherente.
Por otro lado entiendo que no tiene por qué ser lo que yo quiero.
Lo que me queda es tomarlo como lo que es. No sentir que debe ser algo, sino escuchar su música. Dejar que el Indio sea el músico, sólo el músico, y no lo que yo quiero

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Siempre igual, todo igual, todo lo mismo

Una vez más el problema está mal encarado. Desde los dos polos supuestamente antagónicos (gobierno y oposición) se esquiva el bulto y se analiza sólo un aspecto del asunto, el aspecto superficial. El tema que nos ocupa es el de los subsidios.
Dejemos de creer este asuntito de que si les sacan los subsidios a una parte de la población están salvando a los sectores populares, que son los que menos tienen, y los que realmente necesitan que el gobierno interceda en sus facturas.  Señores, si quieren solucionar el problema de la distribución y los recursos hay que expulsar a los capitales extranjeros que se la llevan toda, desarrollar la (verdadera) industria nacional, generar puestos de trabajo, promover la inclusión social y la participación, re-dis-tri-bu-ir, y principalmente, entender que este sistema no permite la igualdad de los individuos y, que por lo tanto, hay que superarlo y pasar a otra cosa. Pero bueno, no nos vayamos por las ramas.
De lo que se trata concretamente en el caso del recorte de los subsidios es de proteger al capital privado. Veamos. En ningún momento se habló de la posibilidad de que las privatizadas resignen un porcentaje de sus ganancias, la cuestión está planteada en otro sentido. Desde el gobierno se explica que en realidad no se trata de un aumento en las tarifas, sino que es un reajuste ya que la tarifa real de consumo es la que no tiene el subsidio. De manera que sobre un porcentaje del monto total de una factura, supongamos de luz, el gobierno se “hacía cargo” de una parte, mientras que los usuarios pagábamos el resto. Ahora el gobierno va a dejar de participar en ese porcentaje y lo vamos a pasar a pagar cada uno de nosotros. Es decir, que el total de la factura nunca cambia, por lo tanto la ganancia de las empresas nunca cambia. Antes lo pagaba el Estado, ahora los usuarios. Una vez más al servicio del gran capital.
Una medida más sensata sería que todos sigamos pagando lo que estamos pagando y que la diferencia se le recorte a la empresa. Porque por otro lado, me parece una vergüenza que el Estado tenga que subsidiar a una empresa privada, que tiene la concesión de los servicios y que cobra por ello. O sea que la empresa cobra de los usuarios y del estado.
Entendamos; esto, como casi todo en este país, es un negocio, y en un negocio hay alguien que vende y otro que compra, con un precio acordado. Como se trata de un servicio a nivel nacional (o por lo menos regional) brindado hacia los ciudadanos, el encargado de defender sus intereses es el Estado Nacional, de manera que es el mismo estado el que debe interceder y establecer los parámetros de negociación. Entonces, el estado propone un negocio (un precio) y la empresa dice que lo acepta o no. Como en todo negocio. Nadie la obliga. Si no le gusta, si no le parece redituable, que se vaya. Que invierta en otra cosa. Que busque otro negocio. Así de fácil.
Por otra parte, permítanme aclarar que durante el gobierno kirchnerista las empresas privadas han registrado el mayor porcentaje de ganancias (aún más que durante los 90), y a su vez, es el período en el que menos han reinvertido su capital (menos que en los 90). Esto, según datos del INDEC.
Como decía al principio, es lo mismo, una vez más. El gobierno nac & pop al servicio del capital privado y de sus intereses. La ‘redistribución’ está justamente ahí, en la posibilidad de plantar al pueblo frente al capital, quebrar la lógica de acumulación en beneficio de los que menos tienen, y no como se viene haciendo, en provecho de los que siempre ganan

martes, 29 de noviembre de 2011

Sintonizando los DDHH

Hace algunos días que vengo escuchando una ‘crítica feroz’ al kirchnerismo en el campo de los derechos humanos. De lo que se trata básicamente es de acusar a los K de ‘ocuparse’ del tema de los derechos humanos una vez que se instalaron en el gobierno, sin haberse acercado antes al tema, o incluso, sin haberlo nombrado siquiera. Al mejor estilo chicanero que se podría esperar de un Asís, varios personajes respetables, de izquierda, históricamente combativos, encuentran en este planteo un crítica legítima.
Aquí hay un problema grave de enfoque. Hace tiempo que los sectores ‘progresistas’ del kirchnerismo vienen haciendo alarde de la política de derechos humanos impulsada desde el gobierno por su cruzada en contra de crímenes de la dictadura. El problema central en este sentido es el ocultamiento del verdadero fundamento de los DDHH. Los DDHH no pasan únicamente por el rescate de la memoria y por el juzgamiento de los crímenes de la dictadura, implican un compromiso por parte de Estado por el bienestar general de los ‘ciudadanos’ y por el acceso a los estándares básicos de vida. Es decir, ‘defender’ los DDHH tiene que ver con no tener presos políticos, con evitar que los chicos se mueran de hambre, con no usar barrabravas (ni ningún otro aparato represor) para reprimir manifestaciones populares, y principalmente con garantizar la igualdad de oportunidades para todos los habitantes de la nación.
La estrategia del kirchnerismo y la puesta en práctica de sus principales políticas nada tienen que ver con la defensa de los DDHH. Es cierto que antes de ser gobierno, nunca habían tocado el tema de los DDHH ni de la dictadura, pero el análisis de esta situación debe tener en cuenta dos variables, que no pasan por buscar declaraciones viejas: el uso estratégico del discurso de DDHH y el cumplimiento efectivo de esos derechos en todos los ámbitos.
La crítica entonces pasa por evidenciar la estrategia del gobierno y por establecer que los DDHH no se quedan en el 76.

viernes, 29 de julio de 2011

De qué hablamos cuando hablamos de dictadura

La cuestión de la dictadura y la lucha de los ’70 es un tema que últimamente se ha vuelto recurrente en las charlas cotidianas y en las esferas de la política nacional. Porque. Como corresponde, todos opinamos y además también hay una bajada de línea desde el gobierno nacional sobre cómo encarar el tema y qué consideraciones debemos tener al respecto.
Porque hay una “cosmovisión” kirchnerista sobre el tema y sobre todo hay una manera de justificar algunas acciones del presente evocando al pasado. Concretamente se trata de tomar a la última dictadura militar como un hecho catastrófico y apocalíptico que se impuso mediante actos de sometimiento por señores malos. Había una generación de jóvenes prósperos, con toda la vida por delante, que querían lo mejor para todos y que luchaban por cumplir sus sueños. Y hubo unos señores malos, conservadores y genocidas que los aniquilaron porque no les caían bien. Desgraciados aquellos y hechiceros del mal estos.
Se olvida, o se pasa por alto intencionalmente, que esos jóvenes querían la revolución, y que esa revolución que querían implicaba sacrificios y violencia, y que también significaba arrancar de cuajo los fundamentos de la sociedad burguesa y reorganizar la estructura social para imponer (si, imponer) un estado socialista. Hay diferentes enfoques en las cabezas de estos jóvenes con respecto a la sociedad venidera; algunos querían un socialismo nacional, otros querían la internacionalización de la sociedad comunista, pero todos justificaban la violencia, las acciones armadas y consideraban como enemiga a una parte de la sociedad.
Francamente creo que pasar por alto estas cuestiones es un grave insulto a la inteligencia y los valores de estos jóvenes. Vengar su muerte o castigar a quiénes los castigaron no implica continuar su lucha ni respetar sus fundamentos morales. Estos jóvenes proponían destruir el estado burgués que pretende reivindicar sus reclamos. La auténtica continuación de su lucha es terminar con la sociedad burguesa, y esa tarea, lógicamente, no puede ser realizada por las mismas personas que defienden y reproducen la democracia burguesa. Y mucho menos esos jóvenes aceptarían que los jueces de dicha sociedad juzguen a los asesinos de la dictadura. No es que les hubiera parecido desacertado, directamente impugnarían dichos juicios.
Entonces, es graciosamente humillante que se hable de la presidente como si hubiera pertenecido a la organización Montoneros. Si así hubiera sido, no se hubiera quedado en su provincia (o la de su marido) durante la década del ’70. Se hubiera tenido que escapar al exterior o, en el peor de los casos, se hubiera tenido que meter abajo de las baldosas para que no la encuentren. Pero de ninguna manera se hubiera podido quedar a enriquecerse en esa provincia.
De cualquier manera, no me preocupa demasiado cómo se refieran a la presidente, lo que sí me parece grave es que subestimen las muertes (y las vidas) de aquellos jóvenes soñadores. Respetarlos no es encarcelar a ciertos personajes desagradables, que por cierto bien merecido lo tienen y es una política que aplaudo, sino que pasa por respetar sus ideas y sus acciones, es decir, su lucha. Lejos está de eso consolidar un Estado liberal, y llenarse la boca hablando de lucha de los ’70 y de quiénes defendieron sus sueños dejando sus vidas.

sábado, 25 de junio de 2011

La TV y "El Puntero"

Últimamente en la televisión abundan los programas de género periodístico que intentan mostrar los ‘perfiles ocultos’ de la marginalidad. Generalmente se trata de entrevistas mano a mano a presos, villeros, ladrones, etc.; de lo que se trata es de dar cuenta y exponer en la TV la particular situación de algunas personas que son extrañas a la clase media. La ‘gente’ mira al pueblo a través de la pantalla y descubre con horror la cotidianidad de la violencia y los abusos. A su vez, para los sectores ‘populares’ estas acciones no resultan tan extrañas pero los seducen por televisión, de manera que el producto se trasforma en muy vendible para muchos sectores.
Este es el caso de los programas que muestran la vida de los delincuentes dentro de la cárcel, de algunos villeros que cuentan sus robos, y de chicos que viven en la calle y relatan sus andanzas y la lucha por sobrevivir al margen de cualquier asistencia social. Pero también este mecanismo está presente en los programas que siguen en tiempo real el accionar de la policía, siguiendo los operativos que se llevan a cabo en el conurbano bonaerense.
La cuestión es la siguiente: estas producciones crean una imagen distorsionada de los conceptos de delincuencia y fuerzas de seguridad que apunta a naturalizar la marginalidad y la represión. No hay que olvidar que las personas que están en una cárcel son presos, y que están cumpliendo su condena porque cometieron un delito. La TV construye una imagen ‘tierna y correcta’ de personas que son socialmente cuestionables. Una cosa es denunciar las malas condiciones de las cárceles argentinas y cuestionar los procesos judiciales, y otra muy distinta es presentar a personajes que cometieron un delito como si fueran víctimas del sistema penal. Para aclarar: hay que identificar los procesos que catapultan a los jóvenes hacia la delincuencia y cambiar las estructuras sociales para que esto no pase más. Pero, a su vez, es necesario sancionar a quiénes corrompen los valores sociales y a quiénes atentan en contra del funcionamiento de la sociedad. Es básico para que podamos vivir todos adecuadamente. Y esto no tiene que ver con ideologías de izquierda o derecha.
También pasa esto con los programas que muestran los operativos policiales. Intentan humanizar a una de las instituciones más corruptas y abusivas del sistema represor. La policía mata, delinque y trafica, y esto no es denunciado por las cámaras de TV. No hay, para ellos, ni gatillo fácil, ni corrupción, ni maldita policía, ni narcotráfico, ni complicidad política. La policía aparece como encargada de solucionar los problemas de la gente y ayudar al ciudadano; a esa policía, yo no la conozco!
Pero ahora apareció un nuevo producto que transforma (siempre en la clase media) la imagen del accionar clientelista del peronismo en la provincia de Buenos Aires. Estuve viendo “El Puntero” y creo que tiene un par de cositas que quiero destacar. Por un lado, y creo que es lo más grave, muestra al clientelismo como una actividad ‘sana’, y a sus cabecillas (los punteros) como los encargados de llevar a cabo el desarrollo progresivo del barrio. El clientelismo es lo más nefasto de la intervención política en las barriadas; no construye, sino que sólo hace a cambio de apoyo político, maneja los planes sociales, la corrupción, la delincuencia y el narcotráfico.
Por otro lado, el programa no denuncia ni expone la delincuencia o la corrupción de estos personajes ni su poco compromiso con el bienestar del barrio. Tampoco menciona su participación en el tráfico de droga y, desde luego, no señala la necesidad que tienen los punteros de que se extremen las situaciones de marginalidad para poder continuar con sus negociados.
No es necesario que exponga acá todo lo que hacen los punteros, sólo quiero destacar que a través de este nuevo programa se está creando una imagen equivocada de las relaciones clientelistas en el conurbano. Los punteros no se preocupan por los problemas del pueblo, tal como aparece en la ficción, sólo intentan sacar provecho de las situaciones desesperantes de quiénes viven en la marginalidad.
La TV tiene las herramientas para influir en las percepciones que podemos tener de las circunstancias y los personajes cotidianos. Esto da cuenta de la derechización de los medios de comunicación y de los intereses que ellos defienden, subestimando el poder de análisis de la sociedad. Depende de cada uno de nosotros develar estos mecanismos y denunciarlos.

viernes, 6 de mayo de 2011

Me matan, limón!

Por los techos viene el bloque, otra vez.
Algo así debe haber pensado Bin Laden cuando sentía que se le venían los soldaditos yankis encima, y que no tenía lugar para donde salir corriendo. Bah, o en realidad no pensó nada y todo esto nunca pasó. O en realidad no pensó nada porque él mismo nunca existió. Todas estas son hipótesis que resuenan por ahí entre algunas personas que pretenden develar los secretos de un gran complot mundial por parte de Estados Unidos para lograr no sé que cometido. No me importa si Bin Laden es un invento de los yankis, de Bush, de Osama o de Nixon. Tampoco me importa si lo habían matado antes o si todavía anda vivito por ahí. Estas pueden ser opciones válidas, pero en el caso de que alguna se confirme, todo lo que podamos decir ahora pasaría a un segundo plano y deberíamos hacer un análisis completo nuevo.
Muerto o no, la noticia nos la muestran ahora. Y me pongo a pensar qué hay detrás de todo esto. Por un lado me resulta inevitable reflexionar en cómo Estados Unidos usó la imagen de Bin Laden para construir todo lo que ellos mismos no son y odiarían ser. El caso de “el enemigo” es muy claro y muy marcado. En este sentido, hay una necesidad, que se ve desde un primer momento, de armar una imagen alejada, aborrecida y temida de un personaje que puede permitir casi cualquier cosa con tal de que no aumente su poder y/o siga con su perverso plan. No quiero decir con esto que no es grave ni peligroso lo que pudo haber llegado a hacer Bin Laden y su organización terrorista. Simplemente quiero resaltar la construcción de una imagen perfecta para el gobierno norteamericano, que justifica cualquier acción del estado imperialista en terreno árabe. La creación de “el enemigo” en este caso funciona para permitir la penetración territorial en países árabes. Esta estrategia no es más que una forma de un nuevo plan de imperialismo norteamericano en la zona.
Por otra parte, y en relación con lo anterior, habría que ver cual es la necesidad de fondo que justifica mostrar todo este operativo mundial de prensa justo ahora. Si, siguiendo la lógica yanki, se consolida una imagen de “el enemigo” a través de los años, y se arma un plan general de acción para derrotarlo, se deben dar ciertas condiciones para que ese plan se haga finalmente efectivo en este momento.
No estoy muy al tanto de la situación en los países de medio oriente, pero creo que puede existir un vínculo entre las revueltas con aires profundamente anti-norteamericanos de algunos países del norte de África y el asesinato del líder terrorista. Habrá que ver, y esto queda en manos de analistas internacionales, si EEUU pretende mejorar su imagen en esta región o si efectivamente se puede encontrar algún otro tipo de vínculo entre los hechos. También habría que analizar la imagen que tiene Obama dentro del propio territorio norteamericano para necesitar exponer la noticia en este momento y no en otro. Porque en lo que sí estamos de acuerdo es en el impulso popular que pueden tener los hechos para la imagen del presidente yanki.
Por otro lado, es importante reconocer la dificultad que tiene EEUU para imponer su hegemonía en medio oriente y para controlar la región. En este sentido, la penetración en territorio árabe resultó un gran error para la política exterior norteamericana. Hay un reflote de los sentimientos nacionalistas por parte de los árabes y un profundo odio hacia los norteamericanos. De manera que, haciendo un balance, la estrategia de los últimos gobiernos estadounidenses en la región ha fracasado. Lo que el tiempo nos dirá es si su obstinación en busca del petróleo árabe los hará continuar con este tipo de políticas, o si reflexionarán y se volverán a su país.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Fuegos de mayo

Soy usuario del Sarmiento. Viajo todos los días para ir a trabajar a capital. Así que esto me toca personalmente.
Me llamó la atención (llamar la atención es un decir, en realidad ya se puede esperar cualquier cosa de cierto sector de la prensa) una encuesta muy poco rigurosa publicada en el diario La Razón que decía que el 75% de los encuestados piensa que en los incendios de los vagones del otro día hubo sabotaje. Realmente no es alarmante el resultado del estudio, ya que habría que ver si es representativo, qué tipo de muestra se tomó para hacerlo, etc. Lo que sí se puede apreciar es el manejo permanente desde los medios de comunicación y desde el gobierno nacional para incriminar a cierto grupo de personas (vaya a saber cuál) con los hechos vandálicos.
Esta manipulación por parte de quiénes hegemonizan la información, tiene un grave resultado para el análisis de la situación. Lo que termina pasando, una vez más, es que se desvía el foco de atención y el nudo del problema.
La situación en el Sarmiento es catastrófica. El servicio realmente es pésimo, con constantes demoras y cancelaciones. En los horarios pico es prácticamente una odisea subirse a algunos de los vagones, ¡y ni hablar de bajar! Por otra parte es lamentable el estado de las estructuras de todo el tendido. No tanto los trenes en sí mismos, ya que hay vagones nuevos, de dos pisos, con aire y todo. Lo alarmante es el estado de las vías y de la señalización. Aclaro que hablo como simple usuario, todas estas cosas se pueden apreciar a simple vista, yo no entiendo nada de trenes ni de mantenimiento de vías. Pero hay cosas que son evidentes y que saltan a la vista. Cualquier mortal puede darse cuenta de que no está bien que el tren circule por vías gastadas o emparchadas y que el estado de las señales es muy malo.
Inversiones existen. Constantemente hay obras en todo el ramal y proyectos de mejoras a futuro. El tema es que estos trabajos de mantenimiento son básicos. Digamos, estamos hablando de empresas que ganan muchísima plata a costas de transportar a millones de personas diariamente en condiciones como mínimo irregulares. Estas empresas no sólo cuentan con la complicidad del estado nacional, sino también de algunos representantes del sindicato. Por ejemplo, viendo un noticiero (no me acuerdo cuándo ni en que canal, perdón por la informalidad) escuché las palabras de un delegado de la Unión Ferroviaria (ay, Dios!) que defendía a la empresa justificando el mal servicio y denunciando un sabotaje en los incendios.
La cuestión es la siguiente, estamos de acuerdo en que está mal quemar los trenes, pero salir a buscar infiltrados responsables de las quemas es ocultar lo que está detrás de todo el asunto, y que es la mala administración del servicio, el enriquecimiento de los empresarios a costas de los pasajeros y la complicidad del Estado. De hecho, en otras oportunidades similares, también salieron a buscar culpables, y no encontraron a nadie!
Si me preguntan, los trenes deberían ser (como todo) nacionales. Y en el caso de que no lo sean, el Estado debería dejar de dar subsidios a estas empresas y garantizar el correcto funcionamiento del servicio. Y si a TBA no le gusta, que se vaya a otra parte. Salud!

Celebremos!

Momento!! Paren con lo que están haciendo y presten atención a lo que pasa en el ámbito político. Al parecer, Mauricio, que es Macri, está a punto de tomar la primera decisión sensata en toda su gestión. Y es que parece estar “reevaluando” su candidatura para presidente y está considerando ir por la ciudad. ¿Es que nadie se lo había dicho?
Según tengo entendido, su entorno le suplicaba que siga en la ciudad, pero el niño encaprichado (vaya si lo será) quería ir por la nación y aumentar su ego, cumpliendo con un desafío personal. Bue, finalmente parece que se nos baja. El más llano y obtuso análisis político hubieron dicho que era lo mejor.
La verdad, una pena. Ya casi estaba celebrando la muerte política de Mauri. Que lindo hubiera sido que vaya por todo, y se termine quedando sin el pan y sin la torta. Y que lo viéramos unos años después, en su banquita del senado, intentando hilar dos palabras para armar un argumento en contra de alguna de las medidas kirchneristas. Pero parece que el niño les hizo caso a sus sesudos asesores y nos va a dejar sin poder ver cumplida nuestra fantasía.
Felicidades Macri, la primera decisión reflexiva en lo que va de gobierno

lunes, 14 de marzo de 2011

El maestro en su laberinto

Antes que nada quisiera dejar en claro mi admiración por Horacio González, sagaz intelectual, dueño de una prosa impecable. Pero esta vez pisó el pasto. No quiero detenerme especialmente en el análisis de la censura, ni si existió efectivamente o no, pero quiero dejar en claro que repudio enérgicamente el rechazo de la invitación a Vargas Llosa a inaugurar la Feria del Libro. Tampoco nos horroricemos, está claro desde el principio que este no es precisamente un gobierno que dé plenas libertades a cualquier persona para expresarse. Citemos, sólo para molestar, el caso del casino flotante, el de los trabajadores del banco francés, el de la enorme cantidad de presos políticos, el del asesinato de Mariano Ferreira, entre otros. Ja, ahí están los que no reprimen la protesta social! Bueno, éste es un ejemplo más de la intolerancia del gobierno popular, el de los derechos humanos.
Lo que me llama particularmente la atención es que venga de renombrados personajes como González. Y no me vengan con que se malinterpretó, se tergiversó, ni nada de eso, como intentó argumentar en una nota de Página 12. Leí las declaraciones de ambas partes y la verdad es que le dan argumentos a la derecha, se la dejan servida a derechosos como Vargas Llosa, así no vamos para ningún lado. Pero bueno, lo que me molestó fundamentalmente fue lo que ví en una entrevista que le hicieron a Horacio González en el programa Palabras más, palabras menos de TN. El brillante sociólogo intentó salvar su accionar con el argumento de que para él era preferible un escritor argentino para inaugurar el evento. Ay, ay, ay. Es una intentona que perfectamente podría caber en la boca de Luis Juez, o del polémico (¿?) Moreno, pero nunca en una figura como la del director de la Biblioteca Nacional! Es decir, no importa la calidad de profesional/pensador/intelectual que uno sea, basta con haber nacido unos centímetros más allá del límite arbitrario impuesto por la oligarquía dominante de la época para que uno sea desacreditado totalmente. No soy digno, nací más allá. O sea, si por ejemplo, yo soy un aplicado militante revolucionario que doy mi vida por la liberación de un continente, tengo menos derecho que un miembro de la más retrógrada burguesía terrateniente pampeana que busca sacar tajada y aumentar su bolsillo ahogando en la miseria mas áspera al campesino nacional, sólo por haber nacido del lado de allá. –Ey, Che Guevara, ¿a dónde vas? Te quedás acá viejo, que Cuba ni Cuba, usted es argentino así que se me queda paradito ahí y no jode a nadie. Los yanquis, felices. Y encima me tengo que bancar que estos tipos me digan que soy funcional a la derecha.
Otra mentira más del gobierno nacional y popular. Lo que duele es que esta vez la puñalada venga de una persona tan respetable, con una historia de militancia intelectual de izquierda. Porque este gobierno claramente no es de izquierda, pero tiene en sus filas a algunos militantes que sí lo son. Aunque cueste escucharlos, hay que dejar que los representantes de la derecha se expresen libremente en los espacios que les tocan, porque en este mundo hay de todo y son hermosas las discusiones con altura. Hay que dejarlos hablar, porque sino se les da más tela para cortar, y personas como González terminan cayendo en argumentos vulgares y sin sustento.

jueves, 3 de marzo de 2011

Ciego en la Bruma

Es notable cómo, a partir de algunas experiencias de la vida cotidiana, nos ponemos a pensar o repensar ciertas cuestiones que podríamos considerar acabadas. Es lógico, en la vida real se cristaliza todo eso que decimos o pensamos sobre determinado tema, pero que muchas veces no tocamos. La práctica, o mejor dicho, las prácticas ponen en evidencia el conjunto de políticas sociales y sus consecuencias para el conjunto de las personas. Esto es así siempre. Y eso me pasó hace unos días cuándo me fui de vacaciones al norte. Tucumán, Salta y Jujuy. Sobre todo en las dos últimas, me llamó la atención la diferencia que encontré con años anteriores. No atribuyo esos cambios a la especial aplicación de políticas nacionales focalizadas, sino al normal desarrollo y al crecimiento del turismo en la región. Como sea, ese “crecimiento” no me gustó mucho porque le saca mucho de pintoresco y de autóctono al lugar. Pero ese es otro tema.
Volviendo un poco al punto, lo que me llamó la atención fueron algunas menciones de las obras y las medidas tomadas por el gobierno nacional. No tuve la oportunidad (aunque tampoco era mi intención, es decir, no era la “razón” de mi viaje) de hablar demasiado con la gente de allá, o mejor dicho, no hablé con demasiada gente, pero con la que lo hice, lo hice en profundidad. En las charlas que tuvimos siempre surgió el tema del gobierno de Cristina y de las mejoras que trajo para la provincia, ya sea Jujuy o Salta. El tema es el siguiente: las personas de allá notan cambios muy fuertes, mejoras según ellos, en temas que hacen a la vida cotidiana. Por ejemplo, una señora (Tita) en Salta, me habló de la importancia de la asignación universal por hijo y del enorme beneficio que significaba para el conjunto de las personas. Particularmente a ella no la afectaba ya que era docente, con hijos grandes y a punto de jubilarse. Pero mencionó el caso de una señora amiga de ella que “no podía creer que le estén dando tanta plata” (en palabras de la señora).
Otra de las cosas que rescataba Tita de la actual gestión es el crecimiento del trabajo en blanco en los viñedos (de la zona de Cafayate). Según ella el trabajo en los viñedos era casi esclavo, se pagaba una miseria por cada canasta de uvas recolectada y tenía un gran porcentaje de trabajo infantil. Aclaro: todas estas consideraciones están basadas en los testimonios de las personas con las cuales tuve el gusto de charlar; aunque me hubiera gustado, no pude comprobar la veracidad de lo que me contaban. Pero para el caso es lo mismo, lo importante en esta oportunidad es entender cómo captan las medidas y que representaciones pueden tener estas personas del gobierno nacional.
Por otra parte, Tita se encargó de defenestrar a la “oposición de derecha”, especialmente a personajes como Macri, y muy especialmente al impresentable, y también salteño, Olmedo. Digo esto para que entendamos que Tita no hablaba por hablar, sino que más allá de cualquier tipo de juicio de valor, tenía argumentos e ideas bien fundamentadas. Incluso se animó a hacer un paralelismo entre Cristina y Eva Perón.
También escuché voces a favor del gobierno por las inversiones provinciales, -es increíble como están funcionando las rutas, decía José en Purmamarca. -Yo no soy kirchnerista, pero acá hay mucha gente que la va a votar, nos contaba.
Verdaderamente los testimonios son conmovedores, el tema es; cómo hago para no creer que estas son medidas demagógicas, la palabra puede sonar un poco fuerte, pero digamos que considero que son medidas que no implican un cambio sustancial en la integración popular, y por lo tanto creo que son inconsistentes y sólo sirven para captar la atención de algunas mentes progresistas (en el sentido más peyorativo de la palabra).
Entendamos: a simple vista, o mejor dicho para que no suene simplista, para la visión de algunos, el gobierno nacional impulsa una serie de medidas que tienden a la integración de todas las regiones del país y a la ampliación de la participación del sector popular. Ahora bien, yo me pregunto cómo es posible creer en un proyecto de integración popular, en el sentido de aumentar la intervención de las clases subalternas en la toma de decisiones y en la vida política del país, cuando queda demostrado que el conjunto del campo popular está marginado. El problema es que es el propio gobierno kirchnerista el que se propone como “integrador”, como canalizador de las demandas populares. Este es un problema central, ya que si creemos, tal como pretenden algunos, que la integración de todos los sectores sociales dentro de un gobierno democrático pasa por blanquear a algunos trabajadores o por promover medidas asistencialistas, estamos en un problema grave. Corresponde aplaudir las políticas nacionales destinadas a terminar con el trabajo en negro, pero es imposible una mejora definitiva a largo plazo mientras se mantengan las relaciones de explotación actuales; deberían ver, por ejemplo, los cascos de estancia de los dueños de los viñedos en los que trabajan los ‘blanqueados’. Quiero decir, este gobierno demuestra una y otra vez que no se propone combatir los grandes conglomerados nacionales y multinacionales (¿que diferencia hay cuándo se trata de grandes conjuntos económicos capitalistas?). Queda demostrado con el apoyo a las grandes empresas dedicadas a los agronegocios o a las también gigantes y muy contaminantes mineras.
Lo “nacional y popular” es imposible mientras el kirchnerismo se siga apoyando en la nefasta CGT moyanista, que justamente niega, combate y reprime las expresiones populares y masivas. Lo mismo sucedió durante el gobierno de Néstor cuando se les dió la espalda a importantes organizaciones piqueteras de carácter popular (realmente “integradoras”), y se dejó como mayor exponente del movimiento a D’elia. Recordemos que, por lo menos, el gobierno de Perón tenía auténticos representantes de la clase obrera en el Congreso.
Justamente este mismo gobierno se encargó, con estrategias políticas específicas, de ocupar muchos espacios pertenecientes a organizaciones piqueteras, cumpliendo las mismas funciones que éstas en numerosas barriadas del conurbano bonaerense de la mano de sus organizaciones aliadas. Mecanismo sutil si los hay, que pretende imponer su máscara progresista, pero que implica una forma más de control social.
Por lo tanto, la pregunta que debemos hacernos, una vez más, es cuál es el entramado político detrás del proyecto “nacional y popular” y que consecuencias tendremos a largo plazo en la construcción de un país verdaderamente integrador.