lunes, 26 de diciembre de 2011

Recuerdos que mienten un poco

La traición siempre duele, y da bronca. Quizás este no sea un caso de traición, sino más bien de un sentirse traicionado. Pasa más por un sentimiento, que por una acción en sí misma. Cuando uno desarrolla ciertas expectativas en torno a algún tema o personaje, y luego estas expectativas no se cumplen, hay una decepción. Pero esta situación no tiene que ver necesariamente con una traición por parte del personaje en cuestión. Sino simplemente puede estar relacionado con el hecho de que el personaje no actuó como hubiéramos esperado. Por eso hablo de sentirse traicionado. No hay una traición en sí misma, sino un desencuentro. Una sensación así despierta el Indio Solari.
La política embarra las cosas. La política es así por definición, no hay vuelta. Y está bien que así sea. Sino no habría discusión, no habría crecimiento. Pero el barro es demasiado grande y empieza a manchar a algunos que capaz no deberían caer en la volteada.
Lo que pasó con el Indio es que lo tentaron a meterse en una que no es la suya, y él picó como loco, y con gusto. Y ahí apareció la traición o el sentirse traicionado. Lo que me duele es la falta de compromiso, el acomodamiento y la vida resuelta. Siempre creí (evidentemente equivocándome) que el Indio estaría en contra del sistema, de los gobiernos, de las reglas de la vida tal como nos las imponen. O por lo menos eso fue lo que entendí (y entiendo) cuando siento sus letras y su música, cuando me comprometo con sus peligros, con su sensibilidad.
Sé que suena arrogante trasladar pensamientos e imponerlos en otra cabeza. No soy quién para juzgar el juicio de otra persona. De acuerdo. Pero desde ahí viene mi decepción: de lo que creí que había, y no había.
Históricamente el Indio interpretó la realidad de manera cruda y hostil, casi psicótica. Mostraba las miserias del mundo y de los que lo habitamos. En esto hay una crítica concreta, más allá de ponerle Oktubre a un disco o de las Banderas en tu corazón. Toda la obra del Indio es crítica. De manera que me molesta en lo más profundo cuándo sale a hablar de la manera que lo hace sobre el gobierno nacional y se la da de amigote del duhaldista Fernández. Encuentro una contradicción clara entre los dos discursos, el de siempre y el oficialista.  Siento que el Indio dejó de ser la mosca en la sopa para pasar a ser el perro manso.  Nunca lo endiosé, pero siempre lo tuve como un tipo coherente.
Por otro lado entiendo que no tiene por qué ser lo que yo quiero.
Lo que me queda es tomarlo como lo que es. No sentir que debe ser algo, sino escuchar su música. Dejar que el Indio sea el músico, sólo el músico, y no lo que yo quiero