viernes, 29 de julio de 2011

De qué hablamos cuando hablamos de dictadura

La cuestión de la dictadura y la lucha de los ’70 es un tema que últimamente se ha vuelto recurrente en las charlas cotidianas y en las esferas de la política nacional. Porque. Como corresponde, todos opinamos y además también hay una bajada de línea desde el gobierno nacional sobre cómo encarar el tema y qué consideraciones debemos tener al respecto.
Porque hay una “cosmovisión” kirchnerista sobre el tema y sobre todo hay una manera de justificar algunas acciones del presente evocando al pasado. Concretamente se trata de tomar a la última dictadura militar como un hecho catastrófico y apocalíptico que se impuso mediante actos de sometimiento por señores malos. Había una generación de jóvenes prósperos, con toda la vida por delante, que querían lo mejor para todos y que luchaban por cumplir sus sueños. Y hubo unos señores malos, conservadores y genocidas que los aniquilaron porque no les caían bien. Desgraciados aquellos y hechiceros del mal estos.
Se olvida, o se pasa por alto intencionalmente, que esos jóvenes querían la revolución, y que esa revolución que querían implicaba sacrificios y violencia, y que también significaba arrancar de cuajo los fundamentos de la sociedad burguesa y reorganizar la estructura social para imponer (si, imponer) un estado socialista. Hay diferentes enfoques en las cabezas de estos jóvenes con respecto a la sociedad venidera; algunos querían un socialismo nacional, otros querían la internacionalización de la sociedad comunista, pero todos justificaban la violencia, las acciones armadas y consideraban como enemiga a una parte de la sociedad.
Francamente creo que pasar por alto estas cuestiones es un grave insulto a la inteligencia y los valores de estos jóvenes. Vengar su muerte o castigar a quiénes los castigaron no implica continuar su lucha ni respetar sus fundamentos morales. Estos jóvenes proponían destruir el estado burgués que pretende reivindicar sus reclamos. La auténtica continuación de su lucha es terminar con la sociedad burguesa, y esa tarea, lógicamente, no puede ser realizada por las mismas personas que defienden y reproducen la democracia burguesa. Y mucho menos esos jóvenes aceptarían que los jueces de dicha sociedad juzguen a los asesinos de la dictadura. No es que les hubiera parecido desacertado, directamente impugnarían dichos juicios.
Entonces, es graciosamente humillante que se hable de la presidente como si hubiera pertenecido a la organización Montoneros. Si así hubiera sido, no se hubiera quedado en su provincia (o la de su marido) durante la década del ’70. Se hubiera tenido que escapar al exterior o, en el peor de los casos, se hubiera tenido que meter abajo de las baldosas para que no la encuentren. Pero de ninguna manera se hubiera podido quedar a enriquecerse en esa provincia.
De cualquier manera, no me preocupa demasiado cómo se refieran a la presidente, lo que sí me parece grave es que subestimen las muertes (y las vidas) de aquellos jóvenes soñadores. Respetarlos no es encarcelar a ciertos personajes desagradables, que por cierto bien merecido lo tienen y es una política que aplaudo, sino que pasa por respetar sus ideas y sus acciones, es decir, su lucha. Lejos está de eso consolidar un Estado liberal, y llenarse la boca hablando de lucha de los ’70 y de quiénes defendieron sus sueños dejando sus vidas.